
Cuando el consejero delegado de la mayor gestora de activos del mundo reafirmar su apuesta por una tecnología, los mercados escuchan. Eso es exactamente lo que ocurrió con las últimas declaraciones de Larry Fink sobre la tokenización. Se trata de un artículo coescrito con Rob Goldstein, director de operaciones de BlackRock, para The Economist, en el que sostienen que los registros digitales transformarán la infraestructura del sistema financiero global.
Esta es solo la más reciente de las declaraciones de Fink en favor de la tokenización de activos, entre las que se incluyen menciones en dos de sus cartas anuales a los inversores de BlackRock.
Fink y Goldstein presentan la tokenización como el siguiente paso en un proceso de modernización de la infraestructura de mercado que lleva décadas: desde los títulos físicos de acciones transportados por mensajería, pasando por los mensajes SWIFT en los años setenta, hasta la negociación en milisegundos entre Nueva York y Londres en la actualidad. El nuevo salto consiste en registrar la titularidad directamente en blockchains (registros digitales) que cualquier participante de la red puede verificar.
Este cambio permite que casi cualquier clase de activo, desde el inmobiliario hasta la deuda corporativa, resida en un único registro compartido en lugar de hacerlo en sistemas fragmentados e incompatibles. En términos prácticos, supone menos dolores de cabeza de conciliación, menos intermediarios y datos más limpios sobre quién posee qué y en qué momento.
Fink y Goldstein destacan dos grandes promesas de la tokenización. La primera es la liquidación instantánea o casi instantánea. Hoy, distintos mercados siguen liquidando en plazos diferentes —a menudo T+2 en renta variable cotizada y más largos en algunos activos de renta fija y privados—. Esos desfases introducen riesgo de contraparte: la posibilidad de que una de las partes no cumpla con la entrega de efectivo o valores a tiempo. Si los mercados tokenizados convergen hacia una liquidación en tiempo real, ese riesgo se reduce y el capital se libera con mayor rapidez.
En segundo lugar, subrayan el potencial de sacar a los mercados privados de la era del papel. Grandes posiciones ilíquidas, como las de inmobiliario, infraestructuras o crédito privado, siguen gestionándose con procesos manuales y contratos a medida. Codificar derechos y flujos de caja en tokens podría hacer que estos activos fueran más baratos de administrar, más fáciles de fraccionar y, en última instancia, más accesibles para un grupo más amplio de inversores.
El artículo también resalta hasta qué punto la primera ola de adopción es ya geográficamente asimétrica. Aunque las instituciones estadounidenses y europeas construyeron buena parte de la infraestructura financiera tradicional, muchos de los primeros usuarios de activos tokenizados se encuentran fuera de Occidente, en mercados donde el acceso bancario es limitado y las infraestructuras digitales pueden saltarse los sistemas heredados.
Para explicar en qué punto del ciclo nos encontramos, Fink recurre a una analogía con Internet. La tokenización hoy, sugiere, se parece a la web en 1996: Amazon seguía siendo una pequeña librería en línea y varias de las grandes tecnológicas actuales aún no existían. En ese sentido, el panorama actual de los activos tokenizados —minúsculo en relación con los mercados mundiales de renta variable y renta fija, pero creciendo ya a tasas de tres dígitos— sería la fase inicial de algo que se consolide durante décadas.
De manera clave, Fink no pronostica que la tokenización vaya a sustituir el sistema existente. En cambio, describe un puente que se está construyendo desde ambas orillas del río: en una, las instituciones tradicionales y los mercados regulados; en la otra, los innovadores nativos digitales, como las cadenas de bloques públicas, las fintech y las infraestructuras de pago de valor estable.
Con el tiempo, imagina un mundo en el que los inversores no piensen en términos de carteras “tradicionales” frente a “cripto”, sino en una única cartera digital que reúna muchos tipos de activos, regida por normas coherentes e infraestructuras interoperables.
Esa visión le lleva a hablar de los reguladores. El mensaje de Fink es pragmático: no hace falta un marco normativo completamente nuevo. En su lugar, las normas existentes deberían adaptarse para que los mercados tokenizados y tradicionales puedan interoperar de forma segura. Un bono sigue siendo un bono, aunque “viva” en una cadena de bloques. Lo que importa es cómo se gestiona el riesgo: protecciones claras al inversor, sólidos estándares de riesgo de contraparte y una identidad digital y procesos de KYC (conocimiento del cliente) robustos, de modo que los participantes puedan operar en cadena con la misma confianza con la que pasan una tarjeta o envían una transferencia.
La tokenización no consiste solo en hacer que los mercados sean más rápidos y baratos; se trata de hacerlo construyendo confianza, para que los mercados de capitales —“el motor de creación de riqueza más poderoso del mundo”, en sus palabras— puedan llegar al mayor número posible de personas.
Lee el artículo de Fink y Goldstein.
Token City es el puente definitivo hacia a la economía tokenizada (tEconomy), en la que las empresas tokenizadas (tEnterprises) crean sus mercados de cripto activos (tMarkets), abiertos a inversores globales (tCitizens).