En una tarde de domingo, un inversor en Estados Unidos intenta comprar una cesta tokenizada de bonos corporativos europeos.
Los bonos ya existen como tokens en blockchain. La información está disponible en línea y la documentación está firmada. Lo único que falta es enviar el efectivo para realizar el pago.
Si la operación se financia con una transferencia bancaria internacional tradicional, aparecen las fricciones de siempre: los bancos están cerrados hasta el lunes, un intermediario puede retener el pago y alguien tiene que conciliar mensajes SWIFT y referencias antes de que la operación se considere “buena”. Cuando todo por fin encaja, las condiciones del mercado pueden haber cambiado significativamente.
Ahora imaginemos la misma operación financiada con stablecoins. El efectivo llega en cuestión de segundos por los mismos raíles que los bonos tokenizados. La plataforma puede entregar efectivo digital por bonos digitales en una sola transacción de todo o nada. No hay horarios de corte. No hay “quizá mañana llega la transferencia”.
Ese contraste explica, en términos prácticos, por qué las stablecoins pueden hacer que el comercio de activos del mundo real (RWA o Real World Assets) sea a la vez mejor y más rápido.
Para entender la relevancia de ello, conviene mirar los datos.
En octubre de 2025, un importante informe basado en datos on-chain estimaba que el mercado global de stablecoins había superado los 300 mil millones de dólares de capitalización total, con volúmenes de transacción diarios de unos 3,1 billones de dólares.
A principios de año, distintos análisis del sector situaban la oferta total de stablecoins en el rango de 230–250 mil millones de dólares y medían más de 8,9 billones de dólares de volumen on-chain solo en la primera mitad de 2025, lo que pone de relieve la velocidad a la que está creciendo esta capa monetaria.
Del lado de los activos, varios estudios muestran que los RWA tokenizados (excluyendo stablecoins) alcanzaron aproximadamente 24 mil millones de dólares a mediados de 2025 y siguieron creciendo, con un informe de mercado del tercer trimestre de 2025 que estimaba unos 30–36 mil millones de dólares de RWA tokenizados en noviembre de 2025.
Así que, a finales de 2025, los mercados ya cuentan con:
La cuestión clave para el comercio ya no es si existen estas dos capas, sino qué tan estrechamente están conectadas.
En el contexto de la negociación o trading, la forma más útil de entender una stablecoin es verla como efectivo que vive en la misma infraestructura que el activo tokenizado.
En lugar de combinar una capa de activos rápida y 24/7 con una capa de efectivo bancaria y lenta, las dos patas de la operación se realizan con tokens:
Cuando se ejecuta la operación, la plataforma puede organizarla de forma que o bien se mueven los dos tokens o no se mueve ninguno. Las stablecoins salen de la cartera del inversor y recibe los tokens del activo. Si una de las partes de la transación falla, ésta simplemente no se ejecuta. Se trata de liquidación atómica, y reduce el riesgo de liquidación derivado de los desfases temporales entre la entrega y el pago.
Como estos tokens viven en una infraestructura diseñada para transferencias casi instantáneas y disponibilidad continua, el carácter definitvo de la liquidación se mide en segundos o minutos, no en días. No hay que esperar ciclos de liquidación como T+2, y existe mucho menos margen para que aparezcan rupturas operativas entre “lo que dice el sistema” y “lo que muestra la cuenta bancaria”.
Desde la perspectiva de una persona gestora de carteras o de trading, esto se traduce en menos operaciones fallidas, menos incidencias que reconciliar y un entorno de negociación que se parece mucho más a un mercado electrónico moderno.
La ventaja en velocidad no consiste solo en eliminar uno o dos días de liquidación. También cambia la forma en que pueden funcionar los mercados.
Dado que las stablecoins no dependen de los horarios de apertura bancaria, las plataformas de negociación de RWA pueden operar 24/7. Un fondo en Europa puede admitir inversores de América, Asia o cualquier otra región a la hora que más convenga, con confirmación inmediata de que se han liquidado tanto los activos como el efectivo.
Los proveedores de liquidez también se benefician. En lugar de inmovilizar capital durante horas mientras esperan transferencias bancarias, pueden moverse entre posiciones y saldos en stablecoins dentro de la misma infraestructura, liberando o desplegando liquidez intradía según cambian las condiciones de mercado.
Los fines de semana, cuando gran parte del sistema financiero tradicional se detiene, la capa de stablecoins puede seguir funcionando. Los análisis on-chain de distintas redes muestran que los volúmenes de transacción en stablecoins permanecen en miles de millones de dólares al día incluso en fin de semana, lo que subraya que estos raíles ya soportan una actividad económica significativa fuera del horario bancario.
En otras palabras, alinear el comercio de RWA con stablecoins permite que los mercados operen a velocidad de internet, en lugar de quedar restringidos por calendarios heredados del sistema bancario.
La velocidad es sólo una parte de la mejora. La otra es la calidad del proceso.
Una vez que el efectivo está en forma de stablecoins, muchas operaciones en torno a un activo pueden tratarse como código en lugar de como flujos de trabajo manuales. Cupones, dividendos, amortizaciones y otras operaciones pueden codificarse como reglas sobre cómo y cuándo se mueven los saldos en stablecoins.
Por ejemplo:
Antes, estos patrones requerían hojas de cálculo, correos electrónicos, cargas por lotes en portales bancarios y un esfuerzo considerable de conciliación. En una plataforma de RWA bien diseñada que use stablecoins para la pata de efectivo, pueden convertirse en parte de la lógica central de negociación y liquidación.
El resultado no es solo una liquidación más rápida, sino también operaciones más limpias y transparentes, algo que importa para los controles internos, para las personas inversoras y para las autoridades supervisoras.
El comercio de activos del mundo real casi siempre es transfronterizo en algún grado. Los activos pueden originarse en un país, los inversores estar repartidos por varios países y los proveedores de servicios ubicarse en otra jurisdicción distinta.
En el modelo tradicional, esto implica cadenas de bancos corresponsales, operaciones de divisa por separado y una variedad de intermediarios locales, cada uno de los cuales añade tiempo, coste y posibles puntos de fallo.
Las stablecoins reducen la cadena. Cuando los RWA están denominados en monedas para las que ya existe liquidez en stablecoins, los inversores pueden mantener esa moneda directamente en stablecoins y usarla como activo de liquidación. Las suscripciones y reembolsos se convierten en el intercambio de un token por otros, entre stablecoins y tokens de RWA, incluso cuando el inversor y el emisor operan en sistemas bancarios diferentes.
Las necesidades de cambio de divisa no desaparecen, pero pueden gestionarse a través de proveedores especializados de entrada y salida del mundo cripto (on/off-ramps) o negociando distintas stablecoins vinculadas a monedas fiduciarias entre sí. Las restricciones jurídicas y regulatorias de fondo siguen existiendo, pero el proceso mecánico de mover valor se vuelve más sencillo y predecible.
A finales de 2025, el cuadro general es el siguiente:
El auténtico cambio para el comercio se produce cuando estas dos capas están estrechamente integradas:
Para el inversor final, todo esto se traduce en operaciones que se liquidan más rápido, fallan menos y son más fáciles de seguir. Para las plataformas de RWA, la implicación es más estructural: las stablecoins no son un complemento opcional; forman parte de la infraestructura central de mercado que hace posible un comercio de activos del mundo real más rápido y de mayor calidad.
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